El salto del merlín negro en Cabo Blanco, Peru

El salto del Merlin Negro

Inevitablemente me remite a la infancia, la vida en el mar me lleva hasta aquellos días en la Playa San Pedro, en el sur limeño, cuando papá me decía que nunca le diera la espalda al mar, que tuviera cuidado con las olas y que me parara firme. El mar. Era un gigante salado que yo miraba con asombro cuando estaba en la orilla y lo escuchaba rugir sobrecogido. Era un símbolo de añoranza cuando ya algo más grande lo miraba a lo lejos, desde mi azotea.

Ahora lo disfruto al máximo porque la vida está hecha para intentar ser felices, y la vida marina me llena de una alegría peculiar que me refresca hasta el alma.

En Talara, en una caleta llamada Cabo Blanco, muy al norte de Lima, en la Provincia de Piura, sentado en la cubierta del yate de mi amigo Frank, veo como los muchachos aferrados a sus cañas esperan emocionados conseguir un pez para disfrutarlo en la cena y, como no, alimentar sus egos más que sus barrigas.

Ellos, yo no. Yo no porque no entiendo que es eso de pasarlo estupendo arrebatándole la vida a un animal. Pero no juzgo a nadie, desde luego, de todos modos he comido miles de pescados en la vida, y si no los pesco yo, lo hace otro por mí, esa es la única diferencia. El asunto es que no disfruto pescar en absoluto.

Pescar en Talara

Pero como sea, prefiero quedarme en proa observando como el mar de Talara se hace más cristalino dos millas después de la orilla, parece un mar distinto, hasta una brisa diferente parece tirarme rastros de sal sobre el rostro… ideas mías, ya lo sé.

En el muelle de Cabo Blanco tomamos desayuno y el guía, Pablo, nos contó algunas historias de cuando Ernest Hemingway visitó esta caleta del Perú en 1956. Vino hasta Cabo Blanco para pescar y filmar algunas escenas de la película que se hacía sobre su libro «El viejo y el mar». Me gustan las historias de pescadores. Supongo que algún día me convertiré en un viejo de esos que viven enamorados de las aguas marinas.

Al laureado escritor le dijeron que esta caleta era el paraíso de la pesca deportiva, que el merlín negro daba un espectáculo extraordinario y lo comprobó cuando vino, igual que yo, que al principio creí que eran delfines los que saltaban vigorosos fuera del agua compitiendo con el yate.

Eddie es el primero en conseguir un espléndido merlín negro (descrito a la perfección en la novela de Hemingway) pero la emoción extrema de tener uno entre sus manos por vez primera no lo disuade de arrebatárselo al mar.

Que más da. Yo regreso a mi lectura y bebo mi cerveza helada, mientras mi novia se recuesta sobre mis piernas feliz por el magnífico bronceado que lucirá al volver a casa.

Mañana toca buceo y es lo que espero con ansias. En el muelle de Cabo Blanco dicen que el buceo no es tan bueno, pero si tienes suerte puedes cruzarte con delfines y ahí sí, pasarlo estupendo, así que ya veremos mañana.

Probablemente mis amigos piensen en una inmersión harpones en mano, para una vez más competir incluso cuando se supone que se divierten. En mi caso, llevaré mi cámara fotográfica con su funda especial para sumergirla y haré las mejores fotos del fondo marino que pueda.

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6 comentarios

  1. Carmen Marquez dice:

    Hola Javier:

    Desafortunadamente no contamos con el material que nos solicitas. Gracias por tus comentarios.

    Un saludo

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