La foca monje del Mediterráneo

foca monje

La foca monje es un animal extraño. Acostumbrados como estamos a ver focas en ambientes polares, la idea de un fócido en aguas templadas y calientes nos sorprende. Tanto como el hecho de que las costas españolas pudiesen dar cobijo a estos animales. Hoy, el futuro de las focas monje del Mediterráneo es incierto. Pero hay que saber mantener desplegada la bandera de la esperanza.

Son tres los taxones que caen dentro del género de la foca monje: la hawaiana, la del Caribe, y la de las aguas mediterráneas. Ésta última, evidentemente, es de la primera de la que tenemos noticias en los registros literarios, mientras que la foca de Hawai ha sido la última en ser avistada (al menos por quienes escriben la historia, aun la historia natural).

El hecho de que este animal se decida por pequeños islotes aislados o cuevas litorales de difícil acceso, así como su generosa papada de grasa, explica el nombre de monje. Se trata de una foca de carácter muy tranquilo, podríamos decir hasta tierno y confiado, lo cual no resulta muy apropiado para un animal salvaje que tiene compartir hábitat con el mayor depredador (en el mísero sentido de quien depreda porque sí): el hombre.

Pues la foca monje del Mediterráneo se extendía desde las puertas mismas del mar Muerto hasta las azores, ocupando una franja importante del Atlántico norteafricano. Por lo tanto, la foca era una habitante más de las costas levantinas españolas, así como de las Canarias, lo cual está bien reflejado en la toponimia, y en la cantidad de epítetos que recibe tanto en castellano como en catalán.

En efecto, se la conoce (o conocía) como lobo marino, cerdo del mar, llop marí, vell marí, etc. Ya hace 15000 años que se la capturaba como alimento, como fuente de aceite y de grasa. Más tarde por deporte (!), por ignorancia y por miedo. Así, una noticia en un periódico español de las colonias (Marruecos), contaba en los años veinte que unos «valientes vecinos» de las Chafarinas habían matado un ejemplar de lobo marino.

Otra de las razones de su desaparición en las costas españolases ha sido la urbanización desenfrenada de tales espacios. La foca monje busca calas subterráneas y cuevas litorales en las que dar a luz. La franja levantina apenas ofrece espacios semejantes. Por eso, en nuestros días, los ejemplares mediterráneos se concentran en la península de Mauritania y, en un número escasísimo, en el entorno de las Chafarinas. Además de en las islas griegas y en la costa turca, pero esa geografía ya nos queda un poco más a desmano.

Cada cierto tiempo, sin embargo, salen noticias de avistamientos en lugares más próximos. Sobre todo, se ha comentado la aparición de algún ejemplar en las Baleares. Sean o no verdad tales noticias, desde hace años se viene pensando la manera de reintroducirla en costas españolas.

El proyecto más avanzado es el que intenta recrear un hábitat para las monje en las Islas Canarias, donde en otro tiempo gozaron de gran predicamento. Esperemos que este bonachón animal marino no alimente la lista ya larga que contiene el libro negro de especies extintas en la tantas veces tan poco respetuosa Hispania.

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1 comentario

  1. Tatiana dice:

    cuidemoslas!esta muy triste

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