Jacques Cousteau, el príncipe de las mareas

Jacques Cousteau

Fue el príncipe de las mareas, de los océanos, de la investigación marina y de su divulgación televisiva durante todo el siglo XX. Jacques-Yves Cousteau, francés, nacido en 1910 y muerto en 1997, pertenece a esa raza de precursores que, aprovechando las oportunidades que ofrecía el desarrollo tecnológico, nos ofrecieron nuevas y desconocidas perspectivas sobre distintos campo de la ciencia y del mundo.

Siempre bajo la bandera de un ecologismo seductor, de la defensa inalienable de la naturaleza, los Carl Sagan, Asimov, Cousteau o Rodríguez de la Fuente en España, rebasaron el reducido ámbito de sus respectivas especialidades para conectar de manera casi mágica con el gran público. Y en la oceanografía, nadie supo reinar, ganando tantos corazones, como el francés.

Es una gran virtud: darnos a conocer algo y al mismo tiempo hacérnoslo amar. El continente azul necesitaba un revolucionario de la divulgación: eso fue Cousteau. Nos enseñó el mar, sus criaturas, su vida, sus rigores, sus bellezas, y desde entonces ya nada ha vuelto a ser igual.

En los años 40, él y otro francés, Emile Gagnan, inventaron el Aqualung, sistema de buceo que acercó de una vez por todas el mar a las personas. En los 50 transformó el barco Calypso en un buque de investigación con el que recorrió los siete mares, fotografiando y filmando lugares hasta entonces nunca visitadas pr el hombre.

Más allá de sus logros como científico, esa vena divulgadora es la que lo convirtió en una celebridad. Director y protagonista de numerosos documentales y series para la televisión, algunos de sus libros se acabaron convirtiendo en auténticos best-sellers.

Su amor por los océanos se hacía extensible a toda la naturaleza. Propiciador de campañas contra los residuos nucleares en el Atlántico, su voz consiguió hacerse oír y, sobre todo, respetar. Su popularidad fue un arma inmejorable contra las decisiones irresponsables y caprichosas de algunos políticos y gentes de poder, acostumbrados hasta entonces a tratar los mares como vertedero universal.

Por cosas semejantes no debemos minusvalorar se contribución a la conciencia ecológica de nuestras días. El ya icono mundial de su figura espigada y su rostro flaco y aguileño bajo el gorro rojo de marinero acaso les parece a algunos un mero producto de marketing, Tal vez. Pero sin el marketing de Cousteau no sólo los océanos sino toda la Tierra sería hoy, no lo dudéis amigos, un sitio más sucio e inhumano, un mundo peor. Gracias Jacques.

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