Principessa Jolanda, hundirse sin navegar
La botadura de un barco debe ser un gran momento para todos los ingenieros y constructores que participaron de su fabricación y estuvieron meses y meses en el astillero dándole forma. Es como un parto que hincha de orgullo el pecho donde cientos de padres se abrazan y dan la mano por el buen trabajo realizado. ¿Pero qué pasa cuando en lugar de ver el barco alejándose en el horizonte se lo ve hundirse en las aguas sin haber recorrido ni media milla náutica?
Hum, no debe ser nada agradable. Lamentablemente la historia de la marina está llena de esos momentos de grandes perdidas económicas, sobre todo, ya que fabricar un barco nunca ha sido una tarea barata. Algunos de estos penosos naufragios a la postre han resultado provechosos, por lo menos los más antiguos que al día de hoy sirven para conocer y comprender técnicas de fabricación, pero muchos han sido simplemente, fiascos económicos.
Uno de ellos fue el hundimiento del Principessa Jolanda, un crucero de lujo que no sobrevivió a su botadura. El caso es que a comienzos de siglo la empresa Lloyd decide abrir una ruta de cruceros entre Europa y América Latina y para eso le encarga al astillero italiano Erasmo Piaggio el diseño y la construcción de dos naves de 9 mil toneladas cada una: la Principessa Mafalda y la Principessa Jolanda.
Este último crucero era un imponente barco de dos mástiles, dos chimeneas, proa vertical y mucho lujo interior. Los muebles, cristalería, utensilios y todo lo demás se colocaron ya en su interior para que estuviera listo para zarpar apenas la botella de champaña se estrellara contra su casco. Y era todo de super lujo ya que estos cruceros estaban destinados a la clase alta.
El gran momento estaba desarrollándose con total normalidad, con un palco repleto de gente importante y mucha gente más en los alrededores, como si estuvieran en Cabo Cañaveral viendo el lanzamiento de un cohete. La botella de champaña se estrelló por fin y el barco comenzó a deslizarse al agua pero inmediatamente comenzó a hundirse de costado frente a la mirada atónita de todos los presentes.
El Principesa Jolanda se inclinaba mucho a babor, no se enderezaba y se hundía más. El agua entraba ya en las cubiertas superiores, inclinado como estaba a 80º, así que entonces ya era demasiado tarde para intentar rescatarlo aunque no faltaron los intentos. Incluso, se intentó arrastrarlo hacia la costa para salvar el contenido pero estaba tan sumergido de costado que fue imposible.
Lamentablemente, los medios de la época no permitieron hacer mucho más y así el Principessa Jolanda desapareció bajo las aguas sin haber navegado jamás. ¿Por qué? Parece que haberlo lanzado con todos los muebles produjo un centro de gravedad muy alto que derivo en su inestabilidad.