Crece la marea negra en el Golfo de México

Marea Negra

La amarga sensación de estar en medio de otro déjà vu, la triste constatación de que unas cuantas semanas desenchufado no proporcionan libertad alguna: al volver, al volver a este nuestro universo marino, uno encuentra las cosas necesariamente como las había dejado. Es hora ya de preguntarse: ¿a quién le importa de verdad el océano?

Aunque aquí mismo ya se os había hablado del accidente, nos sentimos impelidos a dedicarle un nuevo artículo. Nos referimos, claro, al derrame de crudo de la plataforma explosionada y hundida de BP en el Golfo de México. Sucedió el 20 de abril (fecha tan hermosa y musical que no merecía ser profanada). Durante todo el mes de mayo el cúmulo de despropósitos se ha acrecentado. Pero ahora, entrados ya en junio, el asunto adquiere nuevas dimensiones…

¿Por qué? El 1 de junio ha comenzado de forma oficial la temporada de huracanes. A voz de pronto, eso acrecienta dos temores: el primero, que la acción conjunta de vientos y mareas desatadas lleve el “chapapote” mucho más lejos de lo esperado (hasta estuarios, remotas costas e incluso ríos adentro). El segundo es obvio: un buen huracán podría imposibilitar las tareas de limpieza.

En suma, los plazos empiezan a ser ya peligrosamente amplios. Recientemente se dejó entrever la posibilidad de que las dos fisuras que siguen abiertas no puedan sellarse hasta… ¡el mes de agosto! Horror.
Horror porque a estas alturas se calcula el crudo derramado entre unan horquilla de 75 y 150 millones de litros de petróleo. Una cantidad que en todo caso ya representaría el doble de lo vomitado por el Exxon Valdez ante las costas de Alaska, hasta ayer mismo símbolo del gran desastre ecológico en EEUU. Hasta ayer, decimos, porque lo del pozo de BP es ahora la mayor catástrofe.

Eso es lo bueno de nuestras sociedades: uno tiene la certeza de que los récords de calamidades y accidentes están para batirse y de hecho acaban siendo superados. Como en realidad el modelo no se pone en cuestión, es sólo cuestión de tiempo que lo ocurrido en el Golfo de México quede empequeñecido por otra catástrofe. El oro negro tiene un efecto perverso en magnates, políticos y funcionarios: provoca guerras en el desierto, desastres ecológicos en el Caribe…si es cierto que cada vez hay menos petróleo ¿cómo no temblar entonces al imaginar lo que se nos viene encima?

Sí, sé lo que estáis pensando: es triste, descorazonador, como ha dicho alguien importante en USA. Quienes vivimos de cerca el Prestige comprobamos atónitos que las cosas han cambiado para que todo siga igual (ay, el Gatopardo…), que los poderes son cada vez menos conservadores y más reaccionarios, que las personas parecen abocadas a la disyuntiva de elegir entre dos míseras opciones: resignarse o evadirse.

Perdonad. Este post nos ha quedado demasiado reflexivo, poco informativo. Además de ser muy poco alegre. Os prometemos que pronto volveremos con noticias frescas y datos curiosos del inmenso y maravilloso mundo de los océanos. Pero hoy, 2 de junio, había que confirmar que, de momento, seguimos perdiendo. No solamente quienes habitamos cerca del mar o percibimos en sus atardeceres una promesa de libertad, sino todos y cada uno de nosotros. Incluso aquellos que vivís a miles de kilómetros de la costa.

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