El salmón rojo, la épica de nadar a contracorriente

Salmones rojos

Qué esforzada resulta la vida del salmón, el pez heroico. Su carne, generosa, la apetecen por igual hombres, osos, aves, tiburones y orcas. Su vida no es sino una grandiosa odisea, un círculo que primero lo arroja al mar y luego lo obliga a nadar contracorriente tan solo para cumplir con su destino reproductivo.

Todos los salmones merecen nuestro reconocimiento. Pero tal vez sea el salmón rojo el más espectacular. A su periplo de miles de kilómetros por las aguas del Pacífico y por los ríos de América del Norte, une su fascinante transformación física que se consuma en los últimos momentos del desove. Al salmón rojo, en suma, delicioso manjar y semental innato, va dedicado este post.

El cuerpo del salmón rojo es alargado que, en el caso de los machos en celo, se arquea en visible joroba. Los maxilares, entonces, forman una curva que deja ver los dientes y lo asemeja al lucio.

Curiosamente, el salmón rojo tiene el dorso azulado…la mayor parte de su vida. Es en la esa misma época de celo cuando buena parte de su cuerpo se colorea con un rojo intenso, sin duda el color de la pasión… reproductiva.

Pero, mucho antes de eso, el salmón rojo habrá pasado más de dos años viviendo en el lago, o en el río. Luego sentirá una fuerza incomprensible que lo empujará hacia las aguas del Pacífico, donde vivirá entre uno y tres años, momento en el cual nuestro salmón se convierte ya no en un juguete de la naturaleza sino en una especie de Ulises con una determinación insuperable.

En efecto, el camino de regreso de los salmones en general, y del rojo en particular, es una de las migraciones más alucinantes que se producen en nuestro planeta, comparable al vuelo de aves, mariposas reales, o ñus cruzando la sabana.

El salmón rojo vuelve a los lagos donde unamunianamente lo nacieron para desovar. No importan las presas, embalses y trampas humanas que encuentre en su viaje, ni las emboscadas de terribles predadores como el oso. El individuo-salmón vuelve a perpetuar la especie aunque ¿sepa? que eso supondrá su muerte como ser concreto.

Nadar a contracorriente: expresión hermosa, sobre la que algunos construyen una ética, una estética. Mas siempre será en el hombre cosa de artificio en comparación con la odisea del salmón, para quien lo más natural del mundo no es sino remontar el río, luchar contra la corriente. Recordarlo, amigos de la buena mesa: ese salmón que ilumina vuestro plato bien merece un Te Deum o un simple cántico anacreóntico a mayor gloria de la vida y milagros del dios del río.

Foto vía: fishprices

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