Drakkars, los barcos vikingos

Drakkar

Los distintos pueblos que habitaban la península escandinava experimentaron un importante periodo de expansión durante las últimas décadas del siglo VIII. Fueron llamados normandos (hombres del norte) por los francos, aunque nosotros los conocemos por el nombre de vikingos.

En sus viajes los varegos (suecos) recorrieron el Báltico llegando a Finlandia, navegaron los lagos Ladoga y Novgorod, llegaron hasta Rusia por el Mar Negro y desembarcaron en las costas de Europa Oriental. Los noruegos exploraron las distintas islas del Atlántico Norte, las costas de Escocia, Islandia y llegaron hasta la tierra de Vonland, el actual continente americano.

Por último, los daneses llevaron a cabo la invasión de Inglaterra y Frisia, además de navegar por el Rin hasta la ciudad de Colonia, el Sena hasta París y saquear las costas asturiana, portuguesa y gallega. Los daneses también llegaron por el Guadalquivir hasta Sevilla y tomaron contacto con distintas ciudades del norte de África y la península italiana.

Las técnicas de construcción de barcos y de navegación eran conocidas por los noruegos hacia el año 1.500 a. C. (Edad de Bronce), como muestran diversos enterramientos de la época en los que se representaron barcos en las paredes de las cuevas donde descasaban los jefes tribales, incluso en algunos casos estos jefes fueron enterrados con sus barcos. Aun sin conocer la brújula, los normandos eran capaces de orientarse navegando cerca de la costa, tomando elementos del paisaje como referencia así como las posiciones del Sol, la Luna y las estrellas.

Los barcos vikingos normalmente se construían con madera de encina, por su dureza y resistencia, aunque también se usaba el arce, el abedul, el álamo, el fresno y la haya. Ee dividían en tres clases principales en proporción a su capacidad y calado: Schniggen, Skeidhs y Drakkar.

Los Drakkar (nombre que le dieron los islandeses) eran conocidos también como Knörr o Snekkar, y fueron construidos entre los siglos XVIII y XI. Estaban adornados en su proa con la cabeza de un dragón y de ahí proviene su nombre. Podían transportar a 60 remeros y servían tanto para navegar por costas como para remontar ríos relativamente poco profundos. Eran barcos alargados y estrechos en su diseño, con poco calado para remontar ríos y zonas poco profundas y con remos a lo largo de toda su estructura principal. Según las condiciones meteorológicas, estos barcos podían navegar a vela o a fuerza de remos.

Para aislar las diferentes capas de madera se impregnaba musgo con brea y se aplicaba para sellar las juntas, y su escaso peso las hacía ideales para arrastrarlas tierra adentro sobre troncos si hiciera falta. Su mástil podía desarmarse con facilidad ya que no estaba unido a la base, y esto permitía reducir los daños durante una posible tormenta. Los normandos también inventaron la quilla, fundamental para el dominio del barco en caso de fuertes corrientes, aunque existía el riesgo en caso de oleaje de que la cubierta se inundase con facilidad, siendo cada viaje un auténtico desafío a la muerte (sin contar con la batalla que les esperaba en tierra).

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